domingo, 31 de julio de 2016

CIENCIA FRENTE A IDEOLOGÍA



La afirmación del psiquiatra Joseph Nicolosi de que “la mente, el cuerpo y el espíritu deben trabajar juntos en armonía para que el hombre y la mujer estén a bien consigo mismo y maduren en su potencial como persona” es el punto crucial del problema de la atracción por el mismo sexo. La condición de hombre o mujer reflejada en la cadena de cromosomas ADN de cada una de las células de nuestro cuerpo que se refleja en la complementariedad física y fisiológica del hombre y la mujer deben estar en consonancia con el sentir de la mente y del espíritu; y las disfunciones que se produzcan serán siempre una fuente de frustración y sufrimiento: es el mensaje de este autor.

Este capítulo “Ciencia Frente a Ideología” del Libro “Alteridad Sexual” de Maria Calvo Charro que transcribimos a continuación, viene a dar soporte científico a esta afirmación

CIENCIA FRENTE A IDEOLOGÍA

“Décadas de investigación en neurociencia, en endocrinología genética, en psicología del desarrollo, demuestran que las diferencias entre los sexos, en sus aptitudes, formas de sentir, de trabajar, de reaccionar, no son solo el resultado de unos roles tradicionalmente atribuidos a hombre y mujeres, o de unos condicionamientos histórico-culturales, como pretenden hacer creer los ideólogos de género, sino que, en gran medida, vienen dadas por la naturaleza (www.brainsexmmatters.com)

Los más recientes avances en la tecnología de la imagen y en la investigación médica reconocen la existencia de diferencias sexuales en el cerebro que posteriormente ejercerán una innegable influencia en todas las facetas de la vida de la persona, según sea varón o mujer. Estos descubrimientos echan por tierra la base sobre la que se asienta toda la ideología de género: la inexistencia de diferencias entre los sexos debidas a la naturaleza o biología.

Los avances tecnológicos de las últimas décadas nos han permitido acceder a un mundo cerebral recóndito y hasta hace poco desconocido. La resonancia magnética (RM) es un método no invasivo y seguro que facilita la obtención en tiempo real de imágenes del cerebro en funcionamiento, gracias al cual los científicos han documentado una increíble colección de diferencias cerebrales estructurales, químicas, genéticas, hormonales y funcionales entre mujeres y varones. Los cerebros femenino y masculino, aunque porcentualmente iguales en inteligencia, son notablemente diferentes en estructura y funcionamiento

Los últimos descubrimientos de la neurociencia establecen una conexión incontrovertible entre cerebro, hormonas y comportamientos. El diformismo sexual existe ya desde el primer cuerpo unicelular humano, llamado cigoto (De Irala, 2008). Pero, según el doctor Hugo Liaño, Jefe del Servicio de neurología de la Clínica Puerta de Hierro, “es en la octava semana de gestación del feto cuando se originan diferencias cerebrales provocadas por la testosterona en los hombres y los estrógenos en las mujeres”. Estos esteroides se encargarían de dirigir la organización y el “cableado” del cerebro durante el período de desarrollo e influenciarían la estructura y la densidad neuronal de varias zonas (http://youtu.be/X-OL4G637HE)

Sandra Witleson, neurocientífica conocida por los estudios que realizó en la década de los noventa sobre el cerebro de Einstein, afirma con rotundidad: “El cerebro tiene sexo”. Hombres y mujeres salen del útero materno con algunas tendencias e inclinaciones innatas, no nacen como hojas en blanco en las que las experiencias de la infancia marcan la aparición de las personalidades femeninas y masculina, sino que, por el contrario, cada uno tiene ciertas dotes naturales


Es la naturaleza la que producirá dos sexos con aspectos diferentes, pero también con cualidades cognitivas diferentes basadas en un cerebro distinto, con una composición química, anatomía, riego sanguíneo y metabolismo muy distintos. Los propios sistemas que utilizamos para producir ideas y emociones, formar recuerdos, conceptualizar e interiorizar experiencias, resolver problemas, donde se ubican nuestras pasiones, percepciones, toda nuestra vida intelectual y emocional, son distintos (Kimura, 2005).

El psiquiatra Gianfrancesco Zuanazzi afirma que “la sexualización involucra a todo el organismo, de modo que el dimorfismo coimplica, de manera más o menos evidente, a todos los órganos y funciones. En particular este proceso afecta al sistema nervioso central, determinando diferencias estructurales y funcionales entre el cerebro masculino y el femenino”. Ambos cerebros son fundamentales variantes biológicas del cerebro humano” (Aparisi, 2006).

Lawrence Cahill, Doctor en Neurociencia y profesor del Departamento de Neurobiología de la Universidad de California (Irvine), considera que las investigaciones son concluyentes: los cerebros de hombres y mujeres son diferentes en algunos aspectos, tanto en su arquitectura como en su actividad. Lo cual no implica que haya que interpretar esas diferencias en términos de superioridad-inferioridad. Lo que sucede es que las estrategias para conseguir un rendimiento parecido difieren en las que siguen el hombre y la mujer.

Nuestros distintos sistemas cerebrales son en su mayoría compatibles y afines pero realizan y cumplen los mismos objetivos y tareas utilizando circuitos distintos. Los resultados de las investigaciones sugieren que determinadas regiones del cerebro no contribuyen por igual, ni del mismo modo, en los procesos cognitivos de ambos sexos. De la comparación esquemática de las funciones intelectuales de los cerebros humanos masculino y femenino viene a resultar que ninguno de los sexos es claramente superior al otro. A pesar de las diferentes capacidades de los hemisferios cerebrales del hombre y de la mujer, debe ser muy hábil el aprovechamiento que cada sexo hace de sus ventajas puesto que al final se obtienen cocientes intelectuales para adultos que carecen de diferencias estadísticas entre poblaciones y homogéneas de hombres y mujeres. No es más inteligente el hombre que la mujer ni esta que aquel; más bien sus cerebros se comportan como complementarios los unos de los otros.

Para la neuróloga María Gudín, “la persona humana es hombre o mujer, y lleva inscrita esa condición en todo su ser. Cada célula, órgano y función son sexuados. También nuestro psiquismo. Y esto va a afectar al comportamiento de cada ser humano” (Calvo, coord. 2008).

El catedrático en fisiología Francisco José Rubia, Director del Instituto Pluridisciplinar de la Universidad Complutense, afirma que cada vez resulta más evidente que las hormonas, distintas en el hombre y en la mujer, al interaccionar con receptores que existen para ellas en el cerebro, son las causantes de las diferenciasla naturaleza produce dos sexos con cualidades cognitivas diferentes. Cuando se nace con un cerebro –masculino o femenino-, ni la terapia hormonal ni la cirugía ni la educción pueden cambiar la identidad del sexo” (Calvo, coord. 2008)

En la misma línea, los doctores Richard Fiztgibbons, Phillip Sutton y Dale O’Leary consideran que el sexo biológico no puede cambiarse, y rechazan el concepto de “identidad de género” o la idea de que el género, como construcción social o percepción personal, sea distinto del sexo biológico de cada cual. En su artículo “la psicopatología de la cirugía de reasignación de sexo”, publicado en the National Catholic Bioethics Quarterly (2009), cuestionan las implicaciones médicas y éticas de la práctica de cirugías de cambio de sexo. Los autores abordan este asunto desde la perspectiva médico-biológica según la cual el género humano es una cuestión de composición genética, y explican que la “identidad sexual está escrita en cada célula del cuerpo y puede determinarse mediante exámenes de ADN. No puede ser modificada.

La cantidad de evidencia acumulada durante décadas en laboratorios independientes nos lleva a creer que sí existen unas diferencias esenciales que tienen que ser tratadas. La idea antigua de que esas diferencias son de origen cultural es en la actualidad demasiado simplista (Baron-cohen, 2005)

De manera que mantener que el hombre y la mujer son los mismos en aptitudes, habilidades o conductas, considerar que son intercambiables o fungibles, es construir una sociedad basada en una mentira biológica y científica. Como afirma Louann Brizendine, neuropsiquiatra de la Universidad de Columbia: “No existe un cerebro unisex. Si en nombre de la corrección política intentamos refutar la influencia de la biología en el cerebro, empezaremos a combatir nuestra propia naturaleza” (Brizendine, 2007).

Nacemos pues, con un cerebro sexualizado que determinará una personalidad masculina o femenina, teniendo cada una de ellas, como promedio, una serie de rasgos característicos y específicos, que marcarán nuestra forma de sentir, amar, sufrir, aprender y, en definitiva, de vivir. Estas variaciones estructurales y funcionales básicas de los cerebros constituyen el fundamento de muchas diferencias cotidianas en el comportamiento y experiencias vitales de hombres y mujeres.

La evidencia acumulada durante décadas en laboratorios independientes nos muestra cómo la igualdad radical parece haber agotado lo mejor de sí misma. Hoy la idea, nacida con Simone de Beauvoir, de que las diferencias son de origen cultural ya ha sido desmontada y está anticuada. Hora hay que dar cauce a las diferencias, justamente para erradicar en lo posible la exclusión o las marginaciones y lograr así una auténtica igualdad de oportunidades.

Sin embargo, a pesar de las evidencias científicas, la realidad es que, como señala Helen Fisher, “estamos viviendo una época, tal vez la única en toda la historia de la evolución humana, en la que un gran número de personas, especialmente los intelectuales y la academia, están convencidos de que ambos sexos son prácticamente iguales. Prefieren ignorar la creciente bibliografía que demuestra científicamente la existencia de diferencias genéticas heredadas y mantienen en su lugar que hombres y mujeres nacen como hojas en blanco, en las que las experiencias de la infancia marcan la aparición de las personalidades masculinas o femenina” (Fisher, 2001, p.520)

Bajo la presión de la imperante ideología de género, nos encontramos con la experiencia de que los argumentos racionales y científicos no son escuchados por aquellos que han escogido la negación. Los filósofos de la deconstrucción niegan el valor de las ciencias empíricas. La revolución del gender es, ante todo, no una simple “teoría”, sino un proceso de negación de todo lo que es real, verdadero y bueno para el hombre, y un compromiso personal y cultural dentro de esta negación Estamos en una posmodernidad irracional, que proclama el “fin de la filosofía” (Peeters, 2012), (http://www.outono.net/elentir/2013/03/03/un-interesante-documental-que-echa-por-tierra-los-dogmas-de-la-ideología-de-género/)

En fin, que podríamos concluir con Cervantes en boca de Don Quijote Rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra, como para el servicio de su república, hacerse caballero andante, e irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras, y a ejercitarse en todo aquello que él había leído, que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio, y poniéndose en ocasiones y peligros, donde acabándolos, cobrase eterno nombre y fama.
 

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